lunes, 9 de marzo de 2009

PARA ORLANDOUNA FLOR, A SUS ASESINOS UNA ESPINA POR Bolívar Beltre


Los años pasan y los recuerdos se pierden o aparentan perderse. En medio de la vorágine de un mundo en movimiento falta tiempo hasta para los recuerdos. Y a muchos les conviene. O por lo menos creen que les conviene. Pues con las pérdidas de los recuerdos piensan que el oprobio se borra, que el crimen se borra, que la desvergüenza se borra. No lo creo.

32 años cumple de ser asesinado el revolucionario Orlando Martínez. Muchas aguas han pasado debajo de los puentes. Y su muerte no se olvida. Sigue latiendo en la conciencia de un pueblo.32 años no es juego de niños. Y parece que fue ayer, porque el conocimiento de crímenes como este pasa de generación en generación como condena eterna a sus actores.

El tiempo no borra la ignominia ni el crimen, creo que por lo contrario lo imprime fuertemente en la conciencia del pueblo como el viento deja su huella en la roca que golpea.

A Orlando Martínez no lo mataron por periodista, lo asesinaron por ser revolucionario. Periodistas hubo y hay muchos pero periodistas revolucionarios hubieron y hay muy pocos. No escribía cuentos de hadas ni poesía a las bellas flores de alejandrina, denunciaba la opresión y las injustas desigualdades.

Era periodista, pero no periodista para si, sino periodista en si.

Su pluma pisaba papel para denunciar los atropellos, para denunciar el robo descarado de las multinacionales yanquis. Eso no le perdonaron. Si hubiese escrito farándula o deportes no estuviera muerto. De seguro que no. Pero no se dedico a eso, aunque se divertía con ello.

Es que no podía ocultar que los estudiantes eran ametrallados por el crimen de robar el saber. Que los obreros perdían la vida en lo salado de su sudor. No podía ocultar que nuestros campos desaparecían junto con sus moradores. Como no denunciar la corrupción del gobierno balaguerista y las bandas de asesinos a sueldo que lo sostenía. No podía callarlo porque era revolucionario y aprendió que la verdad es siempre revolucionaria.

32 años y a pesar de que fue asesinado no se ha borrado de la conciencia del pueblo. Y no se va a borrar. Todo lo contrario.

Lastima para sus asesinos que no podrán descansar jamás tranquilos dentro de sus tumbas porque cada recuerdo de un hombre o mujer del pueblo se convierte para ellos en un nuevo círculo del infierno.

No solo para ellos sino también para los vivos que de espalda a la historia le alaban sus pasos. Estos también no tienen futuro. Viven el presente irremisiblemente muertos.

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