lunes, 9 de marzo de 2009

FRANCISCO ALBERTO CAAMAÑO


  Viernes, no un viernes cualquiera. Viernes 16 de febrero. Siempre febrero el mismo de la patria. Viernes 16 de febrero del 1973. Cae en combate el Coronel de Abril y de todos los tiempos: Francisco Alberto Caamaño Deño. Un hombre historia, un hombre patria.

Pudo haber sido un hombre cualquiera. Como máximo, un coronel cualquiera. Pero no lo fue, no porque el propiamente lo quiso. Y creo que nunca pensó ser referencia para la historia. Eso jamás. Los que íntimamente le conocieron han dado fieles testimonios de su humildad. 

Mas aun, en el cumplimiento sublime de su deber frente a la patria nunca intento otra cosa que no sea el cumplimiento de ese deber. Pero estuvo en el justo momento y en lugar justo donde la historia le necesitaba. Y acudió obediente pero con firmeza al llamado de la patria, llamado que muchos nunca han oído, porque no han querido ni han tenido el valor para ello, pero si han disfrutado deshonestamente de los beneficios de ella.

La grandeza de este hombre no esta en su muerte en si que es ya mucho decir. Es mas, su propia muerte ha sido un vivo estandarte de lucha y sacrificios. Su grandeza esta en sus acciones. En las causas de sus acciones. En su profundo amor por el pueblo. Y cuando se ama a un pueblo y a su historia no hay sacrificio que valga.

Que inmenso es defender una causa justa. Eso nunca lo entenderían los que no han tenido o no han querido la oportunidad de ponerse al lado de las más sublimes aspiraciones libertarias. Son esos los que gastan tintas y cuartillas pregonando lo innecesario de estos tipos de sacrificios. Cuan equivocados están. 

Quien dice sentirse patriota nunca podrá cerrar sus ojos frente a las atrocidades cometidas contra un pueblo y mucho menos si es su propio pueblo. Y Caamaño lo era. Cosa de la vida, sus acciones le convirtieron de patriota a patria misma.

Creo que quienes les asesinaron no han podido jamás dormir un solo sueño tranquilos,

Cuanta cobardía frente a un Francisco Alberto prisionero. Cuanto miedo y terror en las caras de los generales asesinos que dispusieron por mandato y encargo de un rufián gobernante de una vida tan llena de heroísmo.

Es que este hombre resumía toda la moral y el patriotismo que les faltaba a esos generales del oprobio y el crimen. Es que la mirada firmemente fija del Coronel de Abril se imponía frente a Generales de pacotillas con rangos y galones ganados frente a civiles desarmados.

Estaban frente a un hombre hecho historia por la propia historia de la patria. No se sabe, quien o quienes era o eran prisionero o prisioneros de quien o quienes.

Y hablo Balaguer, desde su trinchera de combate ubicado en una alfombrada y aire acondicionada oficina del Palacio Nacional: Al Coco Mayor Matenlo.

Y siquiera tuvieron el valor para ellos mismos hacerlo, le ordenaron a un subalterno. 

Y lo mataron. 

Perdón, creyeron que lo habían matado. 

 Con su muerte, lo encumbraron al firmamento en donde su pensamiento redentor y libertario asecha el momento preciso, no para vengar su muerte sino para a través de su pueblo hacerle morder el polvo a los cobardes que desde el poder político del país mancillan su patria, que no es otra que nuestra patria.

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